EL OJO
¿Dónde camina el yo caminante?
Sobre la tierra, sobre este mundo.
Le gusta la tierra y el pasto para avanzar; para descansar, el barro.
Le gusta la piedra para subir y contemplar, ahí se siente acompañada.
Le gustan las baldosas pequeñas y estriadas frente a muros de casas habitadas, sobre ellas surgen melodías y si en el aire sobrevuela el hollín le nace rebeldía.
Para las pausas le gusta mojar los pies en agua, a veces se piensa en algún chapoteo y otras observando mansa su propio reflejo.
Le atraen los reflejos, las luces y las sombras.
Le atraen los movimientos, mover el cuerpo, subirlo, bajarlo. También girar, le divierten los mareos.
Le atraen las líneas gruesas y oscuras. Le tranquiliza usar las manos.
Le atrae los tonos y las texturas, los ve por todos lados.
Puede emborracharse de colores o decidir mirar en blanco y negro.
Le atrae la imagen gráfica, el olor a tinta y papel.
En el construir le gusta utilizar el cuerpo y en el observar que aparezcan olores y melodías.
Cuando necesita expandirse le atraen los materiales que se deshacen entre sus manos.
No la magnetizan las formas o contornos limpios y precisos. Le atrae la trama.
No puede evitar acercarse a los volquetes, observar baldíos y espiar ventanas o jardines de casa viejas. La llaman los escalones anchos al pie de puertas altas donde se puede sentar a descansar.

